Un día leí que las mujeres somos mucho más proclives a sufrir del síndrome del impostor y cuestionarnos siempre si estamos a la altura de la situación. Por eso, a veces nos conformamos con menos, somos menos competitivas y aspiramos a una carrera profesional menos vertiginosa. Desde niñas se nos enseña a comportarnos bien y a moderar la actitud desafiante para no lucir agresivas, mientras que a los hombres se los premia por destacar, desafiar, contestar y liderar. Se espera eso de ellos. Los tiempos han cambiado y parece que las cosas van cambiando. Sin embargo, es evidente que la demarcación de roles todavía no es tan visible. La brecha prevalece.
En los múltiples precandidatos a la Presidencia apenas había dos mujeres. Hoy queda una. Esto tal vez no es tan grave porque la fragmentación de movimientos políticos, representada en esta multiplicidad de aspirantes, es más bien un desfile patético de egos desfigurados, incentivados por el financiamiento disponible para promover su persona, sin posibilidades reales de llegar a la segunda vuelta. Obtendrán así sus cinco minutos de fama a costa de las pobres arcas fiscales. Por ese lado, tal vez es bueno que haya menos mujeres que se presten para este show. ¿Eso es muestra más sensatez de nuestra parte? No lo creo. Queda la duda de que tal vez seguimos prefiriendo no figurar. Avanzar de manera conservadora aún en la carrera política donde desde los años noventa hay ya varias figuras femeninas.
¿No abrimos esa puerta o nos la cierran en la cara?
¿Son acaso esos movimientos de poca monta, igual de machistas que los partidos más consolidados que prefieren poner a las mujeres en posiciones menos relevantes?
¿Es culpa de las mujeres el no hacernos paso de manera más contundente todavía siendo presas del dichoso síndrome del impostor?
¿La sociedad no está lista para dejarse conducir por liderazgos femeninos?
Creo que hay una mezcla de todo. Pero pienso en Estados Unidos, que, teniendo a mujeres de la talla de Hilary Clinton o Elizabeth Warren, prefirió tener como opciones a Trump, Biden o Sanders. Y sí, hay más variables políticas e ideológicas al momento de una decisión política. Pero me pregunto si es que ni siquiera estamos dispuestos a candidatizar a mujeres, estaremos dispuestos a votar por ellas. Creo que Ecuador, gusta mucho del liderazgo del macho vulgar, enérgico, violento y soez. Basta ver los caudillos más representativos de las últimas décadas.
Frente a líderes como ellos, parece que todavía se cree que calladitas nos vemos más bonitas. Casualmente, las bonitas llegan por vía express a la Asamblea.