Hoy hay tormenta en este rincón del Norte. Muchos relámpagos iluminan el cielo, y yo, de repente me siento invadida por la angustia.
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Cuenta mi mamá que de pequeña, en unas vacaciones en Quito, vivió una granizada intensa. Luces y sonidos eran parte de los efectos especiales de ese intimidante espectáculo que no se veía en Ambato -según ella- con semejante intensidad.
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Hoy, a miles de kilómetros y decenas de años de ese evento de su infacia, recuerdo el relato esa historia capturada para siempre a través de sus tiernos ojos. Entonces, entiendo mi ansiedad. Quiero proteger a la niña.
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Hoy vive en Quito. Yo no tengo miedo. Si hubiese relámpagos también allá, me gustaría estar cerca, porque ella, la que siempre me protege, todavía hoy se cubre atemorizada por los rayos. Por eso, cuando llueva y empiecen los estruendos, quisiera poder abrazarla y decirle que no nos va a pasar nada, que vamos a estar bien.
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¡Qué bonito! Me recordó a mi abuela, que siempre me protegía de pequeño cuando aquellas tormentas de verano me asustaban.
Saludos desde Asturias, en el norte de España.
Jose Yebra
Muchas gracias por leer José. Acá sigue lloviendo pero lo bueno es que todo revive recuerdos de la gente que uno ama. Saludos desde Washington DC (que de seguro no tiene ni la mitad de la gracia que Asturias, pero igual se intenta ser feliz). Saludos!
Te comprendo, que la lluvia y Asturias van hermanadas. Siempre nos sucede lo mismo, esos soles que lucen en en resto del país, y venga a llover aquí. Eso sí, como compensación tenemos un paisaje espectacular, de unos verdes de escándalo.