Ayer escuché en una radio que Céline Dion consideraba tatuarse el electrocardiograma de René Angélil, su esposo recientemente fallecido a causa de una supuesta pérdida en su batalla contra el cáncer. Según la nota de prensa, existen ganadores o perdedores en la lucha contra el cáncer. Como si fuese posible contener un tsunami o domar la suerte.
El que muere con cáncer, no es un perdedor de la batalla, es solamente una persona que encontró el destino final de todos los seres vivos. Así como puede morir quien se ahoga en el mar, quien enreda sus pies y cae, o quien sufre un accidente automovilístico. ¿Qué decimos de estas personas? Que perdieron la lucha en contra de la torpeza, la imprudencia o el azar.
Tal vez porque el padecimiento es muchas veces largo, el cáncer parece un enemigo y cada día una guerra. No obstante, para todos los que lo conocemos de cerca, a través de un familiar, un amigo o en carne propia, sabemos que es mucho más que un adversario a quién odiar. De nada sirve el conflicto. Es más fácil aceptarlo y permitir que nos muestre lo que nos puede enseñar.
Aceptar no significa echarse a morir, sino más bien adaptarse a lo que se requiere para intentar superar esta condición. El cáncer trajo miedo y tristeza. Pero también vino a ayudarnos a expresar insospechables muestras de amor, a sacar a flote desconocidas reservas de fuerza, a llenarnos de una inagotable fe y a reafirmar nuestras ganas de vivir. La vida que se consume a diario y poco nos damos cuenta, hasta que llega el temido diagnóstico.
Morirá con cáncer gente buena, mala, alegre y pesimista. No todos los enfermos son guerreros. Me molestan los estereotipos. La tenacidad generalmente ya está en las personas y se modifica ante las vicisitudes, para bien y para mal. La enfermedad no define a las personas. La impronta está antes, durante y después del cáncer. Por eso, los que mueren, no han perdido la «lucha». Todos viven como saben vivir y probablemente así mismo morirán.
«Perder la batalla contra el cancer» es una frase tan tonta como decir que la muerte es pérdida y la vida es ganancia. En esta lógica, el mundo estuviese lleno de ganadores y los que se van serían los perdedores del juego. Pensar en la muerte parece un sacrilegio, pero mientras más la aceptemos como una realidad inminente, quizás se nos haga más fácil sobrellevarla y hasta aprendamos a ser más felices en el presente.
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Muy bien dicho. Gracias por tus hermosas palabras.