Mi hermana iba a un pre-escolar por El Bosque, en donde inició su exitosa vida académica. Si ella tenía cuatro años, yo habré tenido dos. Era un lugar de ensueño al que mi hermana asistía feliz. Yo, en cambio, me quedaba desprovista de su presencia. Este dichoso Jardín, me quitaba a mi compinche, mi némesis, mi mejor amiga, mi mundo entero. Recuerdo haber llorado en una llanta que colgaba de algún árbol, triste porque ella debía quedarse ahí y yo no podía. ¿Por qué ella sí y yo no?
Algo bueno de esa tragedia era la ternura de mi madre al explicarme que no me correspondía esa hazaña todavía. Recuerdo también algún momento a solas con ella en la casa o el supermercado, que, para ser sinceros, también me ilusionaba, porque al ser segunda hija, son muy pocos los momentos a solas con tu madre.
Cuando llegó mi turno de asistir al Jardín, mi hermana ya no estaba ahí. Ella había avanzado en su camino mientras yo finalmente ingresaba a este lugar idealizado. Lo triste es que tenía tanta urgencia de llegar ahí y cuando lo hice no fui feliz.
Recuerdo a una hostil profesora, a quien, por alguna extraña razón, debíamos llamar “tía” que me hizo sentir mal por ser proactiva y ayudar a una compañera a poner “su número” en su trabajo. Yo era la 15 y ella la 13. Pensé que no podía ser tan difícil darle una mano. Total, el 5 y el 3, son igualitos, pensé, solo que el primer semicírculo está al revés. Fracasé y terminé escribiendo 15 en el suyo. Tenía sentido mi idea, pero no pude ponerla en práctica. Muy molesta, la maestra, me dijo que me ocupara de mis propios asuntos. Supongo que hubo más incidentes que no recuerdo, porque mis padres decidieron sacarme de ese centro infantil en el primer trimestre, y obviar el pre-kinder, que ni era obligatorio en el sistema educativo (gracias Papitos). Ahí quedó la utopía de ese bendito Jardín, que primero me quitó a mi hermana y, cuando llegó mi momento, mató mis propias ganas de asistir.
A pesar de que luego de esos atropellados inicios, yo también tuve una relativa exitosa vida académica, he de confesar que todavía siento algo de odio y resentimiento cuando paso por ahí. Tías BITCHES.