Querido Dios, por favor, sana mi mente porque he perdido a alguien muy cercano a mí. Su vida está tan entrelazada con la mía que el pensamiento su inexistencia me llena de un dolor abrumador. A ratos, la tristeza me deshabilita, me suspende, me quiebra.
Que el Espíritu Santo descienda sobre mí y eche sobre mis hombros su manto sanador. Sana mi mente, corrige mi pensamiento para que pueda recordar y nunca olvidar que por la gloria de Dios, los que se van no mueren.
Veo el espíritu de mi amada mamá sostenido en los brazos de Dios. La muerte, el gran abismo que parece dividirnos, es una ilusión. Nada nos puede separar. Esa es mi fe. Porque Dios mismo nos ha hecho fusionarnos para siempre y su creación es eterna. Esta es mi fe.
Veo a Dios colocar un cordón de oro en un extremo de mi corazón y el otro extremo en el corazón de mi amada madre. Él sostiene este cordón por la mitad y así recuerdo que este vínculo es eterno.
La muerte es una ilusión. Estaba viva. Está viva. Ella está viva. Y estará viva para siempre porque el velo que parece separarnos es solo eso, una apariencia. Mi amada mami vive, mi amada mami quizás me vea, mi amada mami aún me conoce, mi amada mami aún ama y me acompaña. Me bendice. Me manda mensajes en las cosas más bellas y buenas.
Le envío mi amor. Le envío mi bendición. Le pido a Dios que tome en sus manos la vida de mi amada mamá. Que escolte su alma a los cielos y que sane mi mente de esta carga de dolor, tristeza y miedo.
¡Despiértame, oh, Dios, a tu verdad eterna! Ella está viva. Ella está viva y somos uno para siempre. Le pido perdón a mi madre por todo el dolor que le pude haber causado. Le pido perdón por juzgarla. Le agradezco por la vida y acepto sus decisiones y su destino. Sí a lo que fue.
Hoy ya veo más claramente que solo el amor es real. Dios mismo está ante nosotros. Él levanta sus manos y nos bendice y honra nuestra relación quitando de ella toda oscuridad y temor. Ahora, a través de la muerte, vive y vivirá para siempre.
Amado Dios, gracias por hacer que la transición de mi madre al mundo puramente espiritual haya sido dulce y gentil. Calmada y en paz. Rodeada del amor de sus hijas. Gracias Dios, por los años que vivimos juntas en este mundo. Haz que mi transición a una vida terrenal sin ella también sea suave. Te lo ruego.
Y cuando llegue mi día, haz que yo también pueda transitar con amor y en paz hacia tu presencia. Que pueda finalmente unirme a ella otra vez.
Expande mi corazón, oh Dios. Haz que la fe sea mayor. Ven a mí tu consuelo y tu paz more en mí. Quizá mi pena persista por haber perdido la relación terrenal con ella. Parece que se ha ido tal vez para siempre. Me apena no oír su voz. No poder llamarla o abrazarla. Extraño las pequeñas cosas junto a ella. En ocasiones me quiebro y me frustro por lo que ocurrió. Solo tú, querido Dios, puedes traerme paz. Por favor, hazlo.
Espíritu Santo, sana la ilusión de pérdida dentro de mi mente. Ayúdame a recordar que soy uno con mi mami y que ella está conmigo. En Dios estamos unidas eternamente. Ayúdame a liberar a mi mamá a donde necesita ir. Ayúdame a recordar que ella no se puede ir nunca, en realidad, porque somos uno en Dios. El amor y la gloria son tuyos y no mueren. Ayúdame a construir mi casa sobre esa roca en lugar de arena del miedo y el sufrimiento, y así encontrar paz. Mi corazón está desgarrado y, sin embargo, querido Dios, sé que se expande para contener nuevas vivencias con la bendición de mi madre, que quiere que sea feliz y que viva mi vida. Trato de avanzar en honor a ella y encontrar dicha cada día basada en la gratitud. Esperando sanar poco a poco. Que toda esta experiencia me vuelva más suave, más sabia, más fuerte y que encuentre la paz. Gracias, Dios. Amén.
Basada en el audiolibro de Marianne Williamson, «Death and Grieving: Music, Meditation, and Prayer»